CARTAGENAS Y CARTAGOS DEL MUNDO Al fondo, el mar/1




Cartagenas y Cartagos. 1994-2001.

Hay quien cree ciegamente en el poder simbólico de los nombres, en la capacidad de transformar algo según la forma en que lo bauticemos. De ello no sólo depende la fortuna que corra ese algo (y de esto saben mucho los técnicos del marketing publicitario), sino que queda impregnado de ciertas características que no tendría de llamarse de otro modo.

Los pueblos antiguos conocían esos poderes y aplicaban todo su corpus de creencias, mitos, leyendas y experiencia para elegir los nombres de sus asentamientos, de sus hijos, de sus casas y de sus cosas.
En algún momento, un pueblo decidió llamar Cartago a su territorio norteafricano y en esta elección estaba marcando, queriéndolo o no, el futuro de otros lugares dispersos más allá de su mundo conocido y de su tiempo.

Cartago evoca la gloria de un imperio e, indefectiblemente unido a él, el de su derrota por otro que llegó a ser más poderoso. Delenda est Cartago: y el conjuro hace pensar en el enemigo al que se teme, al que hay que poner la pierna encima (para que no levante cabeza), al que hay que domar porque se le sabe grande y temible aún en su derrota. Sobre las ruinas del perdedor se esparce sal para que su territorio se convierta en yermo y baldío.Pero los dátiles cartagineses ya habían echado raíces en otras orillas del Mediterráneo: el imperio cartaginés decidió separar una costilla de su capital y establecerla en tierras ibéricas naciendo, transformaciones lingüísticas mediante, la madre de todas las cartagenas.

Cartagena, palmera y caballo, brilló con la fuerza de una bengala maravillosa, apagándose después, y dejando un olor a química y prodigio: en la fugacidad de ese sueño se escondía el mejor regalo para los tiempos que vinieron y vendrán, y tal vez su peor pesadilla. El puerto, a quien los de Cartago dieron nombre, fue testigo del encuentro de Cervantes con Mercurio en su viaje hacia el Parnaso,  preciado botín para piratas, corsarios y filibusteros, asilo para vírgenes y utopías en la tormenta, y patria de marinos que partieron en bajeles, carabelas, fragatas,  navíos, –submarinos incluso–, que llevaron el nombre, y con él destino y símbolo, por los blancos espacios de los mapas, por las rutas conocidas y las ignotas, desde Cuba a Filipinas y desde el cielo al infierno. Ser cartagenero es ser, a la vez, mediterráneo, caribeño, atlántico, de tierra adentro y  de mar lejano. Exige vivir al este del sur, o al norte del oeste, pero casi siempre alejado del centro: periférico. Cartagena es una estación término y un puerto que antes, siempre antes, fue glorioso y próspero. Todas las cartagenas y todas las cartagos arrastran en su diáspora el recuerdo de las batallas perdidas que pudieron cambiar la historia. La nostalgia es un rasgo primordial del ser cartagenero, como lo son el orgullo y el pesimismo, sentimiento trágico que tal vez sembró Dido, la fundadora legendaria de Cartago con su suicidio por amor. Sea un río, una quebrada, una hacienda, un villorrio, un desierto, una ciudad, Cartagena es una promesa y un recuerdo, un cruce entre lo que pudo ser y fue, de lo que podría ser y de lo que, sin embargo, será.

Hasta la Cartagena colombiana, la perla  más preciada, la semilla caída en el más fértil solar americano, se deja representar por los zapatos viejos con los que la comparara su poeta Luis Carlos López: “Noble rincón de mis abuelos. Nada como evocar cruzando callejuelas, los tiempos de la cruz y de la espada, del ahumado candil y las pajuelas, pues ya pasó ciudad amurallada, tu edad de folletín…Las carabelas se fueron para siempre de tu rada,  ya no viene el aceite en botijuelas. Fuiste heroica en tus años coloniales, cuando tus hijos águilas caudales, no eran una caterva de vencejos. Más hoy plena de rancio desaliño, bien puedes inspirar este cariño que uno le tiene a sus Zapatos Viejos.”

El paisaje agreste y asolado que Andersen describió y pintó Picasso, y el exuberante refugio colonial de García Márquez están unidos por un fino hilo conductor, uno de esas líneas indescifrables de las cartas de navegación. En su misma sonoridad las cartagenas y cartagos se unen, con diferentes colores y acentos, en la fuerza de un conjuro. Los lugares no eligen sus nombres pero están cosidos a él y a todos sus ecos.

Si excavas un poco en cualquiera de las cartagenas del mundo, aparece el pasado milenario, alguno de los trozos de piel de buey con los que la reina fundadora marcó el perímetro que engendró un imperio y al fondo de la tumba de todo cartagenero –como reza en la lápida del poeta Huidobro en la Cartagena de Chile– se ve el mar.

Ángel Mateo Charris.
(Del libro-catálogo de la exposición: Al fondo, el mar. Cartagenas y Cartagos del Mundo. Julio 2002. Cartagena).





La dédicace a Baal´du Liban. CIS 1 Nº5.
Bronce fenicio del siglo VIII a. de C. Es el documento más antiguo en el que aparece el topónimo QART HADAST (Ciudad Nueva: Cartago). Fue encontrado en 1872 en el monte Sinoas, al norte de Amathous (Limassol, Chipre).



En 1990, Carmelo García y, sobre todo, Francisco Ruiz Navarro habían reunido una extensa documentación sobre el topónimo “Cartagena”. El Ayuntamiento, por entonces cantonal, decidió aprovecharla y convocó, en 1991, un “1º Congreso de las Cartagenas y Cartagos del Mundo” . Vinieron alcaldes y autoridades de una docena de ciudades homónimas de todo el mundo y se celebraron conferencias, reuniones, mesas redondas, cenas, etc.. A mí me encargaron el seguimiento fotográfico. La cosa pretendía tener continuidad cada tres o cuatro años y estaba previsto que Cartagena de Indias fuera la siguiente sede. Pero cambió el gobierno y se paró el asunto. No obstante, apoyándome en una de las conclusiones del congreso, preparé un proyecto fotográfico y de recogida de documentación con el objeto de realizar una exposición itinerante. Propuse a Juan Manuel Díaz Burgos realizarlo conjuntamente y empezó un largo periplo en busca de financiación. En 1994, gracias a una beca que nos concedió la Dirección General de Cultura (Juan Miguel Margalef), pudimos ponerlo en marcha. La nueva corporación municipal del PP nos asignó un pequeño presupuesto anual con el que llegamos hasta 2001 habiendo visitado unas 30 ciudades. El proyecto estaba más o menos a la mitad, pero andaba con bastantes dificultades, así que convinimos con Paco Martín en dedicar el año siguiente el Festival  La Mar de Músicas a las Cartagenas y Cartagos del mundo, y realizar las exposiciones. Así se hizo; de un verso de la tumba del poeta cartagenero-chileno Vicente Huidobro salió el nombre: Al fondo, el mar.


Unos meses antes de las exposiciones preparé un documento de presentación del proyecto, que he encontrado hace poco hurgando por los archivos. Es éste, a continuación. (Las fotografías de Perú, Panamá y Jamaica, y la de Túnez de la pág.6 son de Juan Manuel; la lista de Cartagenas y Cartagos es la que nos proporcionó Francisco Ruiz Navarro, que publicó entonces junto a toda la información de la que disponía en un libro muy interesante: Las Cartagos y Cartagenas ultramarinas)

(click en la portada para acceder al documento completo, en el que aparece, entre otras cosas,  la lista completa de ciudades y otros topónimos "cartageneros" que conocíamos por entonces -año 2000-).
Moisés Ruiz Cantero. 2001. Portada documento "Cita en Qarthadast".







A continuación, en esta entrada, fotografías de Colombia y Cuba; en la siguiente, de Costa Rica, México, Chipre y Túnez; en la tercera entrada dedicada a Cartagenas y Cartagos del mundo, algunas imágenes correspondientes a Estados Unidos. En la cuarta, España. También, cromosquedasias, cianotipias y algunos dibujos.





COLOMBIA 
(Diciembre 1994-Enero 1995)
Moisés Ruiz Cantero. Al fondo, el mar.  Bocachica. Cartagena de Indias. 1994.
(La otra versión de esta imagen, tomada por Juan Manuel con gran angular desde la mitad del embarcadero,  fue la que se utilizó en el cartel y las invitaciones)






Cartagena de Indias, municipio, capital
 (Bolívar, 10º26´30´´N 075º33´30´´W)






 ...sintieron unas ansias de vida, y un nudo en el corazón, y era que habían llegado al mar.
García Márquez, "La Cándida Eréndira y su abuela desalmada".

CALAMARÍ, TRIBU CARIBE.


“Cartagena es pura agua”, nos resume en una frase que es como una teoría de Cartagena, Paco, el taxista que nos espera mientras que hacemos una fotografía desde el puente que cruza la ciénaga de Bazurto. Efectivamente, la que se ha convertido en la hermana mayor de todas las Cartagenas y Cartagos del mundo, ciudad Patrimonio de la Humanidad y fortín del Caribe, cuyas altas murallas creía poder ver Felipe II desde la ventana de su palacio, se nos apareció de repente como un rosario mágico de luces flotando en una negrura acuosa a través de la ventanita, mínima tronera, del avión que nos llevaba a Cartagena de Indias. Gran cola en el control de pasaportes del aeropuerto, que apenas avanza. Después de trece horas de vuelo, la espera, desespera. Pero el Santo Cochón nos asiste y como bajados del cielo aparecen de repente dos personas con una pancarta ¡en la que están escritos nuestros nombres! Son Luis Roncallo, recién estrenado como mano derecha del nuevo alcalde, Guillermo Paniza, acompañado de Omar, Jefe de Narcóticos y de Explosivos del Departamento de Bolívar (¡!). Gran recibimiento. En un momento pasamos todos los controles y nos informan de los planes de trabajo que tienen para nosotros. Como estamos en Navidad, una extraña Navidad calurosa y tropical para los que vivimos al otro lado del hemisferio, los hoteles de Cartagena están llenos y no conseguimos reservar habitación desde España. Pero el fax que enviamos explicando las líneas generales del proyecto y los problemas de alojamiento fue atendido y nuestros amigos nos han reservado habitación en tres de los mejores hoteles de Cartagena, dos días en cada uno. 

Murallas.
Hablar de Cartagena de Indias, una ciudad deslumbrante llena de vida y de historia y también de imágenes “sólo para nuestros ojos” de fotógrafos, no es fácil, porque ha llovido mucho desde que Rodrigo de Bastidas “descubrió” en 1501 aquella “pequeña aldea de techos de paja hasta el suelo rodeada de una empalizada circular coronada por calaveras” que los indios caribes llamaban Calamarí, en su lengua, “cangrejo”. Luego llegó el madrileño Pedro de Heredia en una nao y dos carabelas acompañado de la india Catalina, 150 marineros cartageneros (de aquí mismo, desde donde escribo esto) y 22 caballos. Después de varias incursiones por el territorio decidió “porque el invierno se entra, de recogernos en Calamarí, que es el puerto de Cartagena a donde primero estávamos”, como explicaba en una carta a Carlos V. Y así, el 1 de junio de 1533 fundó, con toda la ceremonia oficial al uso, Cartagena de Indias, que en un principio se llamó “de Poniente” para diferenciarla de la Cartagena “de Levante” española. 

Murallas.
 
La colonia prosperó rápidamente. La bondad de su puerto y su posición estratégica la convirtieron en el punto de destino de la flota de Galeones que generaba una intensa actividad comercial. Como la corona había prohibido esclavizar indígenas, pronto se convirtió Cartagena en el mayor mercado negrero del Nuevo Mundo, transportados en condiciones miserables desde las posesiones portuguesas de África ecuatorial y empleados como mano de obra, sobre todo para la construcción del complejo sistema de fuertes, castillos y baluartes que la corona española puso en marcha para protegerla de los continuos ataques de los piratas con patente de corso y el beneplácito de las grandes potencias, Francia e Inglaterra, envidiosas del saqueo del oro de las Indias. Pero ni Baal, ni John Hawkins, ni Francis Drake pudieron doblegar a Cartagena, ni siquiera Vernon que la sitió con una fuerza diez veces superior a la de sus defensores. 

Castillo de San Felipe y Blas de Lezo.
 
Porque al frente de la defensa de la ciudad estaba Blas de Lezo, cojo, tuerto y manco pero con un magnífico aliado, la disentería, que se cebó con los gabachos. Luego llegaron los nuevas ideas que la Revolución Francesa y la Independencia de los Estados Unidos propagó por las colonias del Nuevo Mundo y la semilla de la revolución germinó en Cartagena de Indias. El día 11 de Noviembre de 1811 fue la fiesta de la independencia. Y en esto llegó Morillo, al que Fernando VII mandó a poner orden en la colonia. Sitió por hambre a la inexpugnable Cartagena y finalmente consiguió la paz, la paz de los cementerios. 

Plaza Bolívar.
Pero el espíritu de la independencia cabalgaba hacía tiempo junto a Simón Bolívar que reorganizó a los “patriotas” y recuperó Cartagena el 10 de octubre de 1821. En el castillo de San Felipe fue arriada para siempre la bandera roja y gualda, y “El Libertador” hizo su entrada triunfal en la ciudad : “Si Caracas me dió la vida, vosotros me disteis gloria. Vuestra fuerte ciudad ha salvado la Patria: vosotros sois sus libertadores; algún día Colombia os dirá: ¡Salud Cartagena redentora!”

Luego vino la epidemia de cólera, seguida de años de inestabilidad hasta que fue nombrado presidente de la República el cartagenero Rafael Núñez, que realizó la gran transformación política que  devolvió la estabilidad a Colombia. Enseguida empezaron los grandes proyectos de infraestructura, el Canal del Dique, el Ferrocarril de Occidente, etc...,  y a partir de 1950 la industria turística, cuyo empuje ha hecho resurgir a Cartagena de Indias y la ha convertido en una de las ciudades más atractivas e interesantes del mundo.

Cruce de calles.
Como dice el historiador cartagenero Germán Arciniegas : “Hoy Cartagena es la silla que ocupan las mujeres más bellas del mundo. Se corren las películas mejores del cine universal. Se celebra el festival de música afrocaribeña. Aquí encuentran una dimensión nueva del mundo los canadienses que vienen de sus hielos y focas, y dan con una realidad inesperada de alegría que tiene la esplendorosa máscara del carnaval. La playas y los hoteles de cinco estrellas se llenan de turistas. Se comen los mejores arepas de huevo y el incomparable arroz con chipichipe. Desayuna el extranjero con carne de papaya que chorrea almíbar. Cartagena parece la patria del arroz con coco. Qué ruidos y músicas y orquestas... Hasta que van encendiéndose los faroles y comienza la fuga de los hoteles. En victorias tiradas por un caballo flaco van los turistas de la ciudad abierta sobre el mar, a la encerrada en las kilométricas murallas de las leyendas heroicas... Noches de Cartagena. Una guitarra, la voz de una mujer...

Pedro de Heredia y 
Puerta del Reloj
Se entra por la Puerta del Reloj, que marca el tiempo en que comenzaron a contarse con máquina las horas... Las calles se han vaciado de quienes menudean por un comercio de turcos y chinos. Se fueron a dormir cientos de estudiantes de bachillerato nocturno... Luna grande y amarilla. Balcones de madera. Nueva Orleans, Panamá, La Habana son de rejas de fierro colocado o amartillado sobre el yunque. Recuerdos sevillanos, recuerdos de Cádiz, Marsella, Cartagena, no. El maderamen de los anchos balcones surge de entre la sombra con reminiscencias de esqueletos de barcos. Una antigüedad de piedras y palos evoca la magia vieja del santo, que es de ángel, o la del negro Prudencio endiablada. El portalón de la casa de los inquisidores -¡inquisición en palacio!- está diciendo que en la esquina está el buzón de piedra para echar el papelito con denuncias de los herejes. En pocas leguas a la redonda se encuentra Tolú, que fue la primera universidad de brujos del Caribe. Su recuerdo lo evoca en la farmacia el bálsamo único que sobrevive de los curanderos de chaman y tabaco. Turbaco, donde Humboldt encontró el árbol de Macondo cuyo tronco vaciaban los del lugar de los volcanes de viento para hacer las canoas más grandes del Caribe.



Escudo antiguo de Cartagena.
Aquí está el huevo de la magia en su nido de piedra. El mar de la Bahía y la luna llena. La puerta grande de Colombia por donde entró Bolívar. Un rosario de islas entre un mar de corales. El libro de América con poemas escritos por brujos, santos, héroes, negros, blancos y cobrizos. El corralito cerrado, el mar abierto”.

Por la ventana del taxi que nos lleva al aeropuerto pasan las murallas hasta perderse por el rabillo  del ojo. Adiós Lucho Roncallo, Humberto Mercado, Luis Carlos Pérez, nuestros amigos “trigueño”, “cachaco” y “ moreno acanalao” que nos han abierto las puertas de “la Heroica”. Adiós Cartagena, o quizás, hasta pronto.


Moisés Ruiz Cantero. Al fondo, el mar. Año nuevo en Tierra Bomba. Cartagena de Indias. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Mercado de Bazurto. Cartagena de Indias.1994.

Moisés Ruiz Cantero. Vendedor de maracas, junto a San Pedro Claver. Al fondo, la Universidad. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Tres deseos en Bocagrande. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Familia en playa de Marbella. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Mercado de Bazurto. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Niños jugando junto al castillo de San Fernando. Bocachica. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Vendedor de sombreros. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Dobles parejas. Marbella. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Limpiando pescado. Ciénaga de Bazurto. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Plaza de los coches. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Sombreros y caracolas. Castillo de San Felipe. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Mercado de Bazurto. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Plaza Bolívar. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Puesto de pescado en Bazurto.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Zapatero. Bazurto.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Bocachica.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Bocachica.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Niños jugando en una charca. Bocachica.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Bocachica.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Bocagrande.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Bocagrande.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Bocagrande.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Bocagrande.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Compay Chipuco. Vallenato en Bocagrande.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Manga.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Ciénaga de Bazurto.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Bazurto.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Bazurto.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Balcones.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Catedral.
Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Catedral.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Marbella.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Palenquera. Bocagrande.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Palenquera en Bocagrande.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Mal comienzo.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Muelle de los Pegasos, Ayuntamiento, San Pedro Claver.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Plaza de los coches. "Lo que te pregunto es cuánto cuestas de por vida" (Gabo).

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Mercado Bazurto.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Castillo de San Felipe.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Castillo de San Fernando.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. San Pedro Claver.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Toma de posesión del alcalde.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Murallas, San Felipe.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. San Fernando en Bocachica.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. San Fernando en Bocachica.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena de Indias. 1994. Marbella.


En 2010, el festival La Mar de Músicas, que se realiza en Cartagena durante el mes de julio, tuvo como país invitado a Colombia, coincidiendo con el segundo centenario de su independencia. Cuando se anunció, al final del festival del año anterior, pensé en la oportunidad de realizar una muestra fotográfica sobre nuestra ciudad y la ciudad hermana colombiana, con visiones intercambiadas y paralelas: es decir, un fotógrafo de Cartagena de Indias mostraría su visión de nuestra ciudad y uno de aquí lo haría sobre Cartagena de Indias.  También había la posibilidad de mostrar la exposición "Al fondo, el mar" en Colombia, dentro del marco de actos del bicentenario. Realicé entonces una pequeña publicación con algunas de las imágenes anteriores, de 1994, para la alcaldesa de Cartagena de Indias, que llevó la delegación de la Mar de Músicas que visitó la ciudad. Finalmente no germinó la idea: la crisis, ya se sabe, aunque yo realicé en mi estudio una exposición sobre "Calamarí" durante el verano de 2010. La propuesta sigue ahí, para quien le interese. La publicación era esta (click en la contraportada-portada para acceder al contenido).
















Cartago, municipio
 (Valle del Cauca, 04º44´56´´N 075º55´05´´W)
Cartagena, vereda
 (Palestina, Caldas, 05º01´43´´N 075º33´02´´W)







El tesoro de los quimbayas

A orillas del río Otún, en el corazón de la tierra de los caciques quimbayas, encontró el mariscal Robledo un almacén de jamones humanos que los indios cortaban en finas lonchas con cuchillos de oro de muchos quilates, y como todo aquello le olía muy bien, siendo como era de tierra de buenos jamones, decidió instalarse y fundó una ciudad que, en reconocimiento al origen de sus tropas, de Cartagena de Indias, llamó Cartago. “La ciudad de Cartago está asentada entre dos ríos, en un asiento muy llano con muchas buenas tierras, donde los cristianos tienen sus granjerías e labranzas, é a tres leguas de allí tienen muy grandes sabanas para criaderos de ganado...”,- según la descripción de Robledo -. “Hay señores de categoría y pundonor, que beben en vasos de oro, algunos de los cuales pesan trescientos castellanos...Fundé esta ciudad a nueve días del mes de agosto de 1540, en nombre de S.M. y del marqués D. Francisco Pizarro ”.

El valle del río Cauca era un paraíso verde de arrayanes, ceibas, guácimos, palmeras, guanábanas, papayas y árboles del pan, entre ríos auríferos de altos guaduales y altas montañas presididas por el volcán Nevado del Ruiz. Un “Dorado” con muchos “pretendientes” que lo querían seducir. Así que Robledo terminó también en la olla de los quimbayas después del garrote vil que le dieron los nuevos caciques españoles enamorados apasionadamente de aquellas hermosas y auríferas tierras, entre ellos Alonso de Heredia, hermano del fundador de Cartagena de Indias.

Pero los quimbayas, los pijaos y otras tribus de indios caribes tupumanes, antropófagos todos, no dejaban de hostilizar a los nuevos colonos que poco a poco se fueron desplazando hasta un lugar más seguro que estaba a 50 km., en la sabana junto al río La Vieja, de buenos pastos y tierra fértil donde, el 21 de abril de 1691, se formalizó el traslado de Cartago con una solemne romería presidida por la imagen de la Virgen de la Pobreza, la patrona de la ciudad. Las ruinas de la antigua Cartago, que a partir de entonces se llamó Cartago Viejo, fueron ocupadas por la selva hasta que, muchos años después, un cartagüeño fundó Pereira sobre ellas.

El oro de Cartago ya no está en la arena que aquella vieja india lavaba a orillas del río, de hecho está en Madrid, en el Museo de América, donde se guarda el “Tesoro de los Quimbayas”, aunque de los ríos de Cartago, el río La Vieja y el río Cauca, se sigue sacando la arena, zambullida a zambullida a pleno pulmón, con la que se fabrican materiales para la construcción. Pero el auténtico tesoro de los cartagüeños sigue siendo el lugar privilegiado que ocupan y los extensos cafetales que tapizan gran parte de la orografía accidentada del valle, junto al cultivo del plátano, el maracuyá, la soja, el algodón, etc... Y tampoco son mancos en ganadería de vacuno, porcino, equino y aves de corral. ¿Y qué decir de su posición estratégica en el centro del “triángulo de oro”, aunque el amarillo no sea su color, formado por Bogotá, Medellín y Cali?


Cuando llegamos a Cartago, después de una odisea surrealista de escalas, aeropuertos, maletas perdidas, vuelos cambiados y con el Director de Turismo de la Alcaldía, Sergio Tulio, buscándonos por todas partes (¡aquí el sargento Obdulio!, entendemos por teléfono cuando por fin nos localiza ), resulta que el alcalde, el Doctor D. Alberto Quintero, está “recién posesionado” y hay mucha actividad en el Ayuntamiento. Como primera piedra simbólica de su mandato va a plantar un flamboyán en el jardín de la Alcaldía para dejar claras sus intenciones: árboles contra cemento, para reducir la inversión térmica que tiene a los cartagüeños asfixiados. Todos colaboramos echando una palada de tierra mientra que el alcalde, haciendo gala de la fama de personas abiertas y extrovertidas que tienen los “paisas” nortevallecaucanos, nos presenta ante todas las autoridades y la prensa de la ciudad. Después nos recibe efusivamente y en un “ plis-plás” soluciona todos los problemas “de intendencia” para nuestra visita a la ciudad. Así que durante dos días recorremos la región en su coche oficial de la buena mano de Alberto al volante y con el inestimable servicio de guía del Director de Turismo y Fomento. Sergio Tulio nos gestiona también desde su despacho de la Casa del Virrey nuestra visita a Cartagena de Palestina, una pequeña vereda con una vegetación exhuberante en los altos de Caldas, entre los mejores cafetales de Colombia.


Cartago tiene hoy 170.000 habitantes pero la ciudad no posee edificios altos por lo que ocupa una gran extensión. Está diseñada como una gran cuadrícula siguiendo el modelo colonial: una serie de “cuadras” entre “carreras” y calles perpendiculares alrededor del parque Bolívar, la plaza mayor, donde pueden degustarse unos exquisitos “arequipes” con jugo de guanábana. En uno de los costados de la plaza, la imponente silueta de la iglesia de San Francisco. Más allá, carrera arriba carrera abajo, el mercado, activísimo, el edificio del Ayuntamiento, el parque La Isleta y a su lado la iglesia de Guadalupe, la Casa del Virrey, un monumento nacional, y destacando sobre toda la ciudad la torre blanca de la catedral de Nuestra Señora del Carmen, en un conjunto que se asemeja al Capitolio de Washington. Como dice la propaganda del hotel Mariscal Robledo: “Cartago es una de las ciudades más luminosas del mundo. Para todas las personas que deseen la oportunidad de una magnífica temporada sin dolencias y malestares, éste es el lugar y el clima con el sol más alegre de Colombia”. Y también con la mujeres más hermosas.


Moisés Ruiz Cantero. Bienvenidos a Cartago.  1995.

Moisés Ruiz Cantero. Catedral.  Cartago. Valle del Cauca.1995.

Moisés Ruiz Cantero. Ayuntamiento. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Plaza Bolívar. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Doctor Penillo. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Mercado. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Mercado. Cartago. Valle del Cauca.1995.

Moisés Ruiz Cantero. Ceiba. Cartago. Valle del Cauca. Collage. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. El Puerto Rico. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Paisa. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Río Cauca. Collage. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Paisaje. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Niño. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Niña recogiendo piedras junto al río La Vieja. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Arenero de marcha al trabajo. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Areneros en el río La Vieja. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Areneros en el río Cauca. Cartago. Valle del Cauca. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Vereda Cartagena. Palestina. Caldas. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Paisaje. Vereda Cartagena. Palestina. Caldas. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Pareja en su casa junto al cafetal. Vereda Cartagena. Palestina. Caldas. 1995.







CUBA 
(Marzo1995)

El texto correspondiente a Cuba, que aparece en el libro que se editó, lo escribió Juan Manuel y no dispongo de él. Estoy preparando uno, del diario que llevé allí, para dentro de unos días.



Cartagena, poblado 
(Rodas, Cienfuegos, 22º25´35´´N 080º27´30´´W)
Santiago de Cartagena, batey 
(Rodas, Cienfuegos, 22º30´17´´N 080º31´15´´W )


Moisés Ruiz Cantero. Temprano, camino de Cartagena. Campamento en Rodas, Cienfuegos. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Paisaje. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Tipología. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Iglesia de La Caridad. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Paisanaje. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Retrato 1. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Retrato 2. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Retrato 3. Cementerio. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Retrato 4. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Retrato 5. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Campos de caña. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Tienda de abastos. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. En clase. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Atardecer. Santiago de Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Paisanos. Santiago de Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Un instante. Santiago de Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Un retrato. Santiago de Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.

Moisés Ruiz Cantero. Una familia. Santiago de Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.


Moisés Ruiz Cantero. Un camino. Santiago de Cartagena. Rodas. Cuba. 1995.







 
 
Fotografías: © Moisés Ruiz Cantero.

Todos los derechos reservados.




































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