China 2010 Fothaigrafía







Casi siempre, un haiku proyecta una imagen. A mí me gusta definirlos como imágenes de diecisiete sílabas. Son como pies de foto, pero sin foto, no les hacen falta. A veces los “haijines” añadían a sus haikus pequeños dibujos, llamados “haigas”. Yo, en un reciente viaje  a China (septiembre 2010), a las “fothaigrafías” (fotografía+haiga: fotografías que pretenden tener “espíritu haiku”, sea lo que sea esto), las he acompañado de haikus (aunque son de origen japonés, sus fuentes remotas proceden de la poesía clásica china). Me declaro incompetente, después de informarme un poco, para penetrar en el misterio "desconcertante y desafectado", no sólo de los haikus, sino de la cultura y filosofía chinas. Quizá por eso me atraen. Estos son “haikus baratos de la China”, afectados, pretenciosos y recargados, o sea, occidentales, pero me lo he pasado bien haciendo el vate un rato.

(La transcripción del haiku al chino la ha hecho Google, así que supongo que a algún chino le puede dar la risa; desde luego yo mismo he pasado un buen rato con los resultados surrealistas de traducirlos de nuevo al español)

Moisés Ruiz Cantero. 2010. Fothaigrafía.                          Flota en el agua, y el agua en el loto, la hoja de loto.    Shangai.

De un alcanfor cuelga maduro un farolillo de seda.          Guilín.

Sobre el estanque, las hojas de los lirios escriben haikus.      Shangai.


Surge en la bruma la montaña empapada de tinta negra.       Luoyang.

Desde el restaurante giratorio del último piso del hotel Peonía, a la hora del desayuno, había un panorama envuelto en niebla de toda la ciudad, con las enormes moles de edificios como montañas recortándose y difuminándose sobre el "vacío", que me recordó mucho a las pinturas chinas, versión urbana-contemporánea.

Unos bambúes detrás de un cristal roto. Nace este haiku.       Suzhou.



Tres carpas rojas dibujan un camino inescrutable.        Suzhou.


Sentado, recorro la espiral, respiro, y en nada pienso.         Hangzhou.


En la muralla china, una lección de caligrafía.       Pekín.


Llega de noche, envuelto en el silencio de las chicharras.         Guilín.

El que llega de noche soy yo. Llego a Guilín en avión, y con un buen catarro. Desde que empiezan las maniobras de aterrizaje voy perdiendo progresivamente el oído hasta que lo recupero una hora y media después, al llegar al hotel, desde donde está tirada la foto. La chicharra que me acompaña, me acompaña desde hace más de 15 años, mi acúfeno particular de 4 khz. 

Cien dinastías, ¡pelos en las orejas!, un parpadeo.          Yangshuo.


Casi no desayuno, haciendo un haiga para Gonzalo.             Suzhou.


Templo del Alma Escondida... una estela, ¿una luciérnaga?          Hangzhou.


Nada en la nada vacía y silenciosa de su pecera.           Shangai.


De ambos lados de las puertas redondas: mundos redondos.            Suzhou.


El sauce llorón derrama sobre el agua sus hojas verdes.
o más cursi aún: El sauce, llorón, derrama sobre el agua lágrimas verdes. 
Hangzhou.


En cada hoja de loto se cierra el círculo del Tao // El camino es redondo, no tiene fin, no tiene principio.        Shangai.


Roja, la cera derretida en el fuego de los deseos.               Siam.


Huele a otoño. En la colina del Tigre queman rastrojos.             Suzhou.


En cada gota de rocío amanece un universo.           Shangai.








El aspecto final de estas imágenes será distinto al que tienen aquí. Estarán impresas sobre papel de arroz e inmersas en bloques delgados de parafina o resina, ya veremos. La colección, de formato pequeño, será finalmente de unas 50 "fothaigrafías", aunque hay algunas más (bastantes más). 

Todas las fotografías están realizadas con una cámara pequeña, una G-11.


¿Patinando sobre nubes?, qué ilusa!, la araña de agua.           Hangzhou.


    China en un zapato. El Buda sonríe mientras me descalzo.          Hangzhou.

Este haiku surgió al mismo tiempo que la fotografía. Camino del Templo del Alma Escondida, me entró una piedra en el zapato, justo enfrente de uno de los relieves más famosos de China, el del Buda "Maitreya" sonriente que hay en "El monte que llegó volando" del parque que conduce al templo, junto a otros miles de relieves del olimpo budista.


Cae de un ginkgo una hoja de ginkgo que inmortalizo.            Siam.


Nueve, nueve veces nueve, puerta abierta a la eternidad.                Pekín.


No existe ayer ni hay mañana, sólo ahora. Fluye el Huang Hé.                 Longmen.


Pausa en el camino, té de eucalipto, agua de lluvia.                 Longmen.


En las cenizas de sándalo agonizan las oraciones.               Shangai.


Un poco de “qi” para hervir el arroz. Acupuntura.                 Yangshuo.


Imprescindible, visita al paisaje de 20 yuanes.                    Río Li. Guilín-Yangshuo.


Reverberación escarlata: bullicio de carpas rojas.               Siam.
En el viejo estanque, el eco de un gong lejano asusta al agua.                    Shangai.


Olor a incienso. Perfume de plegarias evanescentes.                    Hangzhou.


Por los canales de Suzhou, ecos de napolitanas.                 Suzhou.


A contraluz, una danza de peonias en la muralla.                      Pekín.


Regresa al estanque, pétalo a pétalo, la flor de loto.                    Shangai.

Si estás seguro, florecerá la piedra; basta un resquicio.              Longmen.



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Fotografías: © Moisés Ruiz Cantero.
Todos los derechos reservados.







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